Daniela regresó al apartamento con las manos temblorosas, el sobre de Alexander quemándole los dedos. La puerta chirrió al abrirse, revelando a Roberto sentado en el sofá con una cerveza en la mano y una sonrisa que no llegaba a los ojos.
—¿Y bien? —preguntó, haciendo girar la botella entre sus dedos—. ¿Me vas a explicar?
Ella dejó el sobre sobre la mesa sin mirarlo.
—Nada importante.
Roberto se inclinó hacia adelante, los codos sobre las rodillas.
—No parecía "nada" cuando te arrastró fuera de aquí con la cola entre las patas —Una pausa calculada— ¿Quien es el Dani?
La pregunta le golpeó el pecho como un puño. ¿Quien era Alexander? Una inversión, un contrato, una fachada. Nada más.
—Es complicado —murmuró, yendo hacia su habitación.
Roberto la siguió, apoyándose en el marco de la puerta mientras ella comenzaba a sacar ropa del armario.
—¿Complicado cómo? ¿Te debe dinero? ¿Le debes tú? —Su voz era curiosidad fingida, pero Daniela notó el brillo de interés en sus ojos