Abrió la puerta antes de pensar.
—¿Qué haces aquí? —susurró, consciente de su propio desaliño, de los labios hinchados, de todo lo que él podía deducir con solo mirarla.
Los ojos de Alexander recorrieron su cuerpo, la bata mal abrochada, el pelo revuelto. Luego se clavaron en algo detrás de ella. Daniela se volvió: Roberto, en boxers y nada más, cruzaba desde su cuarto al baño casi de forma intencional.
Alexander no necesitó más explicaciones. Su rostro se transformó en una máscara de hielo.
—Hablamos dentro de cinco minutos. En el auto —ordenó a Daniela antes de dar media vuelta y marcharse hacia el auto parqueado en la calle.
Roberto soltó una risita de victoria.
¿Ese es el ruso? —pensó por dentro —Vaya. No esperaba que fuera tan... intenso.
Daniela ya estaba corriendo hacia su habitación, buscando ropa, buscando palabras, buscando una manera de explicar lo inexplicable, mientras su ex solo se hizo a un lado esperando el momento oportuno, se le había presentado la oport