La oficina olía a café fresco, documentos nuevos y tensión silenciosa.
Isabella llegó puntual, como siempre, impecable, con su traje blanco y el cabello recogido con precisión. Saludó con un leve movimiento de cabeza, dio órdenes con voz firme y se enfrasco en el trabajo para no recordar la noche anterior. —Buenos días —dijo al entrar en la sala de juntas. Alex ya estaba allí. Traje gris claro, corbata azul suelta, ese maldito mechón rebelde en la frente. Levantó la vista y sonrió con una normalidad ofensiva. —Jefa. —Duvall. Nadie diría que habían estado a un milímetro de besarse. Nadie… excepto Carla, que al pasar entre ambos notó cómo los ojos de Isabella no lo tocaban ni por error, y cómo Alex fingía revisar su tablet con tanto entusiasmo que parecía leer el Apocalipsis en PowerPoint. La reunión comenzó. Isabella hablaba con claridad acerca de las aprobaciones regulatorias que se encontraban en proceso y que debían comenzar la planificación de las estrategias de marketing para tener todo listo para el lanzamiento del medicamento. Debía mantener las emociones controladas como si fueran un virus al que había que eliminar. Alex intervenía con datos precisos, con un tono tan neutro que parecía un actor interpretándose a sí mismo. Hasta que la puerta se abrió cortando la sobriedad de la reunión. —Disculpen la interrupción. Me dijeron que podía pasar. La voz dulce y cristalina de Celeste cortó el aire como una cuchilla en terciopelo. Ella era alta, delgada, vestida con un señido y sensual traje negro con labios rojos pasión y una mirada que parecía escanear a todos los presentes. —Celeste D’Angelo —se presentó con una sonrisa—. Soy la gerente de marketing de Duvall Pharma. Alex me mencionó que ya estamos próximos a comenzar las reuniones estratégicas para el lanzamiento y quise venir a confirmar los datos. Isabella no se inmutó, pero el leve movimiento de su mandíbula no pasó desapercibido para su amiga Carla quien observaba desde su silla. —Qué sorpresa —dijo Isabella con cordialidad mirando a Alexander —. No sabíamos que ibas a venir en persona, íbamos a enviar la información para que se evaluara en sus oficinas antes de reunirnos. —Sí, bueno. Me entusiasma tanto este lanzamiento en colaboración con Nova Lab que merecía una visita especial. Además… no me gusta estar lejos de mi Alex mucho tiempo —añadió con una sonrisa demasiado plástica. Alex tragó saliva. —Celeste, este no es el momento. —No, claro que no. Solo quería saludar y conocer al equipo de trabajo. Después tú y yo podemos ponernos al día. Dijo Celeste mientras sutilmente miraba a Alex y se mordía de manera sensual su labio inferior. “Ponernos al día”. Tres palabras que, al parecer, bastaron para incendiar el ambiente. Celeste se despidió con un guiño y se retiró. Cuando la puerta se cerró, el silencio fue sepulcral. Isabella se levantó. —Tomen cinco minutos —dijo con la voz contenida—. Volveré en breve. Salió sin mirar atrás. Alex se levantó también, sin pensarlo, y la siguió. La encontró en la terraza del edificio, mirando al horizonte. El viento despeinaba su habitual moño dejando unos cabellos sueltos. —Isabella… —¿Eso fue casualidad? —No los sé. Pero tampoco fue mi idea. Celeste es impulsiva. —Y mientras tu la mantienes ilusionada. Ella no lo miraba, pero su voz era hielo. —Eso no es cierto pero, mis oídos perciben un abismo de celos… —¿Te escuchas, Alex? No puedo estar celosa de algo que no existe. No hay nada entre “nosotros”, hizo unas comillas al aire con sus dedos ¿recuerdas? Él se acercó un poco a ella. —No me interesa Celeste. No desde hace mucho tiempo. —Pero ¿se lo has dicho?.¿ Le hablaste claro?. Por que si no, eso en mi mundo, se conoce como un riesgo innecesario. —¿Y qué somos nosotros, entonces? Ella finalmente lo miró. Y por primera vez… se le notó el miedo. —Una zona de riesgo. Y yo no juego sin estrategia. Alex asintió y se apartó. —Está bien. Pero si quieres jugar segura toda la vida… nunca vas a ganar en lo que realmente importa. La dejó sola. Ella miró el horizonte, no había ganado nada, pero tampoco estaba segura de estar perdiendo. Valdrá la pena el riesgo… Más tarde en su oficina entró Carla y se sentó en la silla frente a su escritorio. Ella levantó la vista de su computadora y se reclinó un poco en su silla para atrás como buscando un minuto para poner sus ideas en orden. —¿Qué fue todo eso en la sala de juntas? Algo ocurrió entre ustedes, pude ver la tensión de ambos esta mañana y no trates de mentirme que te conozco mas que tu propia madre. Isabella soltó una fuerte exhalación antes de hablar; — Pasa de todo, estoy perdiendo el control, el me hace perder el control, ¡que estoy haciendo!. Ayer casi nos besamos y hoy, ya viste lo que pasó en la sala de reuniones, una de sus amantes vino a marcar territorio como una gata en celo. En plena reunión ¡Yo no puedo bajar mis defensas y perder el control por un hombre así! El dice que no tiene nada con ella hace meses, que fue algo pasajero, que se lo dejó claro y yo debo creerle con el historial que tiene…. ¡Eso sin hablar de que solo hemos tenido casi momentos o sea nada! Isabella estaba histérica no dejaba de sobre pensar en todas las variables y el noventa y cinco por ciento eran negativos. —¿Qué hago Carla? Nunca antes me había sentido así. Bajo la cabeza y la apoyo en sus manos que se encontraban extendidas en su escritorio. —Bueno, yo tampoco te había visto así nunca. Creo que debes darle una oportunidad a ver que pasa. Puede que el te diga la verdad y la tal Celeste sea solo una amante despechada. Debes explorar esos sentimientos que han surgido, en especial cuando has pasado por tanto y ahora finalmente has logrado todo por lo que luchaste toda la vida. Isabella se quedó meditando en las palabras de su amiga.