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Capítulo 8 – “La invitada incómoda”

—¿Tienes un minuto?

Isabella levantó la vista de la pantalla. Celeste estaba en la puerta de su oficina con una sonrisa brillante y un tono tan amable que la hizo fruncir el ceño al instante.

—Depende —respondió Isabella, dejando el teclado—. ¿Se trata del proyecto?

—En parte —dijo Celeste, cerrando la puerta detrás de ella sin esperar invitación—. Pero también quería disculparme si tome demasiada…confianza al entrar en medio de la reunión.

Isabella se cruzó de brazos. Confianza. Una forma muy elegante de decir provocadora.

—Somos profesionales, Celeste. No hace falta una disculpa si todos sabemos a qué venimos.

—Claro —dijo la otra, con esa falsa modestia de quien va ganando el juego—. Lo profesional es lo primero. Solo que… tú sabes cómo es trabajar con alguien con quien has tenido una historia. A veces las emociones… nublan las decisiones.

Isabella sonrió con una calma glacial.

—¿Lo dices por ti o por Alex?

Celeste ladeó la cabeza.

—Por ambos. A veces las relaciones son tan intensas que uno no sabe cómo actuar, ¿no crees?

Isabella se levantó.

—Yo no sabría que decir al respecto, siempre mantengo el control y se como actuar en cada ocasión, por ejemplo aqui actuo de manera profesional por que a eso vengo, afuera las cosas pueden ser un poco diferentes.

— A mi no me gustan los rodeos, asi que voy a hablarte muy claro. Tu empresa está aquí debido a una colaboración que nos beneficia a ambas empresas y debemos rendir cuentas a una junta de accionistas, no estamos para jugar a la casita y menos tener un escándalo por un triángulo amoroso, que por cierto solo existe en tu cabeza. Porque según tengo entendido por la propia boquita de Alex, lo de ustedes nunca fue algo serio y fuese lo que fuese terminó hace tiempo.

Por primera vez, Celeste parpadeó. La sonrisa se tambaleó. Pero se repuso.

—Solo quería disculparme por la intromisión. No vine con segundas intenciones.

—Te agradecería que no vinieras con terceras tampoco. Para los detalles del proyecto puedes trabajarlos con mi gerente de marketing, no conmigo. Para cualquier situación personal, resuélvelas con Alex, fuera de la empresa, al final fue con él que tuvo una relación y fue él quien la corto. Así que no quiero verla nuevamente en mi oficina o me veré en la necesidad de prohibirle el acceso a Mi Edificio. Buenas tardes.

Isabella continuó en su computuadora dándole a entender que la conversación había terminado.

Celeste salió de la oficina de Isabella con paso lento, furiosa, dejando tras ella un perfume dulce y una amenaza no dicha. —¡Estupida! ¡Mosca muerta! Ya veremos quien tiene la última palabra…

Más tarde, en la sala de reuniones…

—¿Estás bien? —preguntó Alex en voz baja mientras todos se sentaban para una presentación.

—Perfectamente —dijo Isabella, sin mirarlo.

—¿Qué te dijo Celeste?

Isabella sin mirarlo le contestó. —En resumen, que no te ha superado.

Alex suspiró. Se frotó el cuello con incomodidad.

—Te juro que ella se invitó sola al proyecto.

—Las ex raramente piden permiso cuando tienen una oportunidad. —dijo Isabella, por fin mirándolo—. Y tú le dejaste la puerta abierta.

—¡No fue así! —espetó él, antes de bajar la voz—. Mira, yo corté con Celeste hace meses. Ella no lo aceptó. Pero eso no tiene nada que ver contigo… con nosotros.

Ella levantó una ceja.

—¿“Nosotros”?

Alex tragó saliva.

—Lo que sea que sea esto que está empezando entre nosotros.

Isabella se giró, justo cuando entraba Celeste al salón con una carpeta en la mano y una sonrisa renovada.

Una guerra silenciosa había comenzado y no era profesional, era personal.

La sala de juntas estaba repleta. Ejecutivos de ambas compañías revisaban proyecciones, ensayos clínicos, márgenes de inversión y estrategias de marketing.

Isabella dirigía la presentación con elegancia. Ni una palabra de más, ni un gesto innecesario. Todo calculado juston como siempre.

Hasta que Celeste tomó la palabra.

—Bueno, creo que es evidente que ambas partes tienen mucho que ofrecer. Duval Pharma tiene la experiencia en atraer al público mediante campañas emocionales… y Alex sabe muy bien cómo conectar con el público objetivo, ¿cierto?

Algunos sonrieron sin comprender del todo. Isabella se matuvo seria.

Alex levantó la vista hacia Celeste y luego volteo hacia Isabella, incómodo.

—Nuestro enfoque será técnico y transparente, no emocional —interrumpió Isabella—. Es una campaña médica, no un comercial de perfume.

Celeste no se inmutó.

—Claro. Es solo que Alex tienes un talento natural para cautivar… a quien sea que esté enfrente. Yo lo viví en carne propia —agregó con una risa suave—. Pero supongo que no a todos les interesa esa conexión, ¿no, Isabella?

La CEO de Nova Pharma parpadeó lentamente. Sonrió con una frialdad que podía congelar un volcán.

—Es cierto, Celeste. Algunas habilidades son innatas. Como la manipulación, por ejemplo.

Y otras… se detectan desde lejos.

Los asistentes se tensaron. Carla, la asistente de Isabella, fingió toser para romper el momento.

Alex cerró su carpeta y dijo;

—Terminamos por hoy. Isabella y yo nos quedaremos afinando algunos detalles. Gracias a todos.

Cuando la sala se despejó, Isabella agarró su laptop, sin mirar a Alex.

—¿Ves lo que pasa cuando no cierras puertas? Entran cosas que no deberían estar ahí.

—Voy a hablar con ella —dijo él, decidido.

Ella no respondió. Pero no lo detuvo.

Más tarde en la Oficina de Alex en Duval Pharma

Celeste entró como si nada, cerrando la puerta tras de sí.

—¿Qué pasa, Alex? Estás tenso. Necesitas uno de mis masajes que tanto te gustan.

—Justamente por eso viniste, ¿no? Porque sabes lo que provocastes.

—Ay, por favor. Tu me conoces y sabes que solo estoy siendo yo misma. No puedo disculparme por seguir siendo parte de tu vida.

—Ya no eres parte de mi vida, Celeste —dijo él firme—. Hace meses que te dejé claro que lo nuestro había terminado.

—Siempre dices lo mismo con tu boca tus acciones… ¿O me vas a decir que no sentiste nada ayer? Lo vi en tu cara.

—Lo que sentí fue incomodidad. Porque tú no sabes cuándo parar. Porque estás cruzando todos los límites en mi trabajo, en mi vida… y en algo que apenas empieza con alguien que sí respeto.

Celeste lo miró, como si él acabara de abofetearla.

—¿Te estás enamorando de ella?

—No sé —admitió—. Pero me importa. Y lamento decirlo de tan crudamente pero ya no se que hacer para que entiendas que lo que tuvimos se acabo tan rápido como empezó.

El silencio fue espeso. Celeste forzó una sonrisa, pero sus ojos se aguaron un poco.

—Entonces, suerte con tu CEO de hielo. Veremos cuánto dura el fuego entre ustedes.

Salió sin decir más. Pero no cerró la puerta.

La dejó abierta, como si eso fuera una declaración.

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