Isabella sostuvo el teléfono con las manos temblorosas, la luz azulada iluminaba su rostro en la penumbra de la habitación del hotel. El reloj marcaba las 6:13 de la madrugada: apenas unas horas después de que Alex se durmiera, extenuado tras acompañarla todo el día en el hospital, las interminables diligencias y una noche de amor apasionado. Ella había fingido agotamiento físico para que él descansara, ocultándole la razón profunda de su inquietud: sabía que Maurice la había estado vigilando desde su llegada a Zúrich. Y el mensaje que acababa de recibir confirmaba que sus temores eran reales, y que el control que él ejercía era más intenso de lo que imaginaba.
El texto en pantalla era breve, cargado de promesa y amenaza:
“Pronto estaremos juntos…”
No era un contacto conocido aunque reconocía el tono, la pulsión detrás de esas palabras, la obsesión velada. Un escalofrío le recorrió la nuca. Recordó las voces de alerta internas: esa carpeta ISA_03 que había descubierto en los sistemas