—Leah, tu amiga parece estar ya bastante borracha. —Encorve mis cejas, apenas y lograba escuchar la conversación como era debido.
—Se ve hasta peor que la rubia. —Por dios, hablan de mí.
Cómo si nunca fueran visto a una borracha.
—La llevaré a una de las habitaciones, espérenme un momento. —Cerré mis ojos, agradeciendo en mis adentros a Leah por ofrecerse.
Ya eran al menos las tres de las madrugada y solo había logrado emborracharme hasta tener ganar de vomitar. Ninguna señal de un hombre ofreciendo sus labios para hacerme caer en una tentación prohibida que me inspire a escribir mas páginas de un libro.
—Leah es tu celebración, permite que yo lo haga. —«¿Cómo?»
Trate de mirar quién fue el que se ofreció a llevarme a la habitación, pero apenas era medio consciente para poder saber que alguien se estaba ofreciendo a llevarme en lugar de mi amiga Leah.
Ya me veía en las noticias "Loca trabajadora de Sunday Crazy desaparecida como venganza por meterse en una habitación alquilada de una biblioteca."
No, no era lo suficientemente consciente como para darme cuenta que pensé "biblioteca" y no "discoteca".
Y si, me visualice. Solo que mi cuerpo no tenía fuerza alguna para oponerse a ésos fuertes brazos que me tomaron como si fuera la más liviana de las princesas.
Joder, que rico un maldito libro de un militar enamorado y hacer que cargue a su esposa como si no fuera nada.
«¡Dios mío, así si me dejó llevar!» cerré mis ojos, dispuesta a ser llevada a la habitación por quién sea que me esté cargando.
El camino fue algo corto, llegamos en menos de lo esperado ya que escuché la manilla de la puerta abrirse. El frío de la habitación calo en mis huesos casi en automático, un quejido salió de mis labios por ello.
Abrí mis ojos, ya deseaba saber quién era la persona que me estaba cargando. No tardé en darme cuenta de que el hombre que me sostenía en sus brazos era el castaño qué tanto había admirado antes y decía que era un digno protagonista para una novela a pesar de verse tan odioso.
Ni siquiera había terminado de asimilar que él era quien me estaba cargando cuando sentí la suavidad de las sábanas al tocar mi piel, ya reposaba en la cama descansando, hasta que note cómo se sentaba a un lado de mí y no apartaba su rostro de cerca del mio.
Me estaba mirando, no tenía cabeza para saberlo pero algo en esos ojos esmeraldas trataba de transmitir un mensaje hasta mí.
¿O quizás solo estoy muy borracha?
—¿Tengo algo en la cara? —Solté avergonzada, su mirada seguía puesta en el gris de mis ojos y parecía no querer apartarla.
—Mi brazo quedó bajo tu espalda, no me puedo levantar. —Ay que vergüenza.
Trate de moverme para que pueda sacar su brazo, estaba tan cerca que la sensación de como inhalaba mi perfume de Cherry fue clara, casi se robaba todo el olor para si mismo.
Su perfume se mezclo con el mío, una rara combinación de canela y cítricos junto a mí perfume de cerezas y frutos rojos. Siendo ese olor raro lo único que lograba aplacar mis nervios al sentir al chico tan próximo a mi cuerpo.
Gran parte de su torso reposaba sobre mi, su brazo del cual presumía por tener tan marcados bíceps servía como soporte para que no caiga encima de mí, brazo que apenas estaba sacando por estar oliendo de mi perfume de forma tan descarada.
Hasta que reaccionó, lo vi tener la intención de alejarse de mí por el pensamiento de que la estaba cagando.
Claro que lo hizo, yo estaba borracha y el estaba tan cerca de mi como para besarme.
Pero mínimo no lo dejaría solo en el arte de arruinar todo, ya que lo tomé del cuello y lo obligue a acercarse a mis labios con brusquedad, sus labios se encontraban sobre los míos, inmóviles, ninguno de los dos se atrevía a dar el primer movimiento.
Hasta que el soltó un suspiro contra mi piel acompañado de unas cuantas palabras.
—Estas borracha, suéltame. —Ordeno, ganándose de mi parte que apretara mis dedos contra la piel de su nuca.
Al parecer eso le había gustado, ya que noté como sus labios se curvaron sobre los míos en una sonrisa.
—Joder, solo uno. —Me quejé.
—¿Segura que solo uno?
—Muy segura.
—¿Y si tengo su permiso para besarla, señorita? —Su mirada esmeralda seguía sobre la mía, dando un roce atrevido a mis labios como una muestra para tentarme.
—Solo hazlo.
—Habla. —Me ordenó, exigiendo una respuesta a su pregunta.
—Mierda, si lo tienes. —Y con esa respuesta sus labios se unieron a los míos.
Y vaya que me quite de encima muchas frustraciones con solo un simple beso y la agradable sensación de menta en mi boca, el movimiento de sus labios marcaron un dominio inmediato sobre mi del cual no deseaba escapar.
Una de sus manos tuvo el atrevimiento de acariciar mi cintura y subir por mi cuerpo hasta llegar a mi cabeza, dejando caricias en mi cabello. Cabello que ya debía ser un completo desastre, por como sus dedos se adentraban entre las hebras del mismo y guiaba mi cabeza para dar más profundidad al beso.
Ya me faltaba el aire, mis pulmones estaban comenzando a vaciarse y era imposible poder continuar el beso por mucho que quisiera.
Y al parecer, a él también le comenzó a faltar el aire, ya que no tardo mucho en separarse.
Y justo como dijo, solo un beso. Ya que no tardo en alejarse de mí.
Algo muy decepcionante para mí al verlo volver a sentarse, eso no fue suficiente para borrar todo lo de mi pesado día.
—Estas hecha un desastre.
—Que palabras tan bonitas para una dama. —Me queje, dando vueltas en la cama hasta cubrirme por completo con la cobija, ya había renunciado a mi plan de darme mas besos con ese hombre y solo deseaba dormir.
—No es nada.
Ya tenía mis ojos cerrados y solo estaba esperando a que él se fuera para poder quedar dormida, pero parecía que no tenía los mismos planes de irse. Ya que a pesar de que esperé y esperé él seguía ahí, postrado a un lado de la cama, llegué a preguntarme "¿Por qué demonios no se va?"
Y con aquella duda en mi cabeza no dudé en darme la vuelta y mirarlo con enojo, soltando de mi garganta un gruñido de fastidio.
—¿Por qué no te vas? —el castaño a un lado de mí volteó a verme, por muy borracha que este, se notaba en su mirada esmeralda había aún algo que trataba de decirme. Pensé que eran los efectos del alcohol, ya que alguien que recién conocía y al cual ni siquiera le había dirigido la palabra más allá de pedirle disculpas y para rogarle un beso no debería tener algo para decirme.
Pero al parecer, me equivoqué.
—Tú eres Morana Hudghes, la ex escritora y editora de la conocida editorial Sunday Crazy. Escribías todos los artículos del periódico desde la página 5 hasta la 12. —abrí mis ojos de golpe, no esperaba que aquel muchacho me reconociera por eso, menos teniendo en cuenta que yo siempre había utilizado diferentes seudónimos para publicar mis artículos en Sunday Crazy. Admiraba mucho mi libertad y privacidad, y gracias a aquella inteligente decisión hoy en día no tenía molestos investigadores o fans atrás de mí, invadiendo mi casa o haciendo cualquier acción ilícita con tal de poder tener el mínimo contacto conmigo, así como le ha pasado a mi amiga Adeline.
—¿Me están buscando por lo de la cafetera?
—Oh... No realmente.
—Joder... Entonces vete a la m****a. —volví a cerrar mis ojos, molesta por que no me dejaran dormir.
—¿En serio me vas a ignorar? —Pregunto más dolido que ofendido, al parecer no esperaba que la señorita que había besado recién lo ignorara. —Es una lástima, pensar que yo y mi grupo estuvimos tanto tiempo buscando a alguien con tu perfil para un trabajo. —Fruncí mis labios, ignorándolo. —A una muchacha joven y guapa, escritora y más importante que nada... una fracasada con una deuda de $10.000 dólares que ascendió a más por los intereses mensuales. Que por cierto, deuda de las cuales sus amigas no saben nada.
—Vete a la m****a.
—¿En serio no quieres siquiera escuchar mi oferta? Te pagaremos bien.
—No soy una prostituta, si me sigues molestando llamaré a Leah.
—No me interesa que me proporcione servicios sexuales, señorita Morana. —abrí mis ojos de nuevo, buscando algo con lo cual golpear a este tipo para que se largue y me deje en paz. —En este trabajo solo hará un poco más de lo que hacía en Sunday Crazy pero con una humilde paga de $10.000 mensuales, claro está.
Cuando dijo el monto del pago por el trabajo, no pude evitar dirigir mi atención a él, ya hasta la borrachera se me había bajado por completo. Después de todo... Era suficiente como para pagar todo lo que debía en tan solo dos meses.
Bien dicen que por la plata baila el mono, y yo soy un mono bien endeudado.