Rafael respiró hondo, dejando los cubiertos a un lado.
—Voy a tener que viajar —anunció, mirándome a mí y luego a mi padre—. A Alemania. Han surgido unos problemillas en la filial de allí y tendré que resolverlos personalmente.
Me enderecé en la silla.
—¿Problemillas?
—Nada grave, pero es algo que requiere atención. Un tema de contrato, logística… cosas técnicas. Pero lo tengo controlado.
—¿Seguro? Si necesitas ayuda, que alguien te acompañe, lo que sea… —ofrecí, sincera.
Él me miró unos segundos y asintió con una leve sonrisa.
—Si surge algo en lo que puedas ayudar, te aviso. Gracias, Lari.
Terminamos la cena hablando del viaje, del tiempo que iba a estar fuera, organizamos la rutina de Gabriel y después fui a acostar al pequeño.
La tela se deslizaba por mi cuerpo como una segunda piel, suave y elegante. Me miré en el espejo y respiré hondo. El vestido negro realzaba mis curvas de manera sutil, sin exagerar. El escote asimétrico con los finos tirantes cruzados le daba un toque modern