(Alice)
Estábamos sentados en una mesa del rincón del restaurante, con la comida ya servida delante de nosotros. Diogo había insistido en venir a buscarme para almorzar juntos, y aunque sabía que mi tarde iba a estar llena de trabajo en la empresa, me encantaba pasar un buen rato con él.
Mientras cortaba un trozo de pollo a la plancha, él dejó los cubiertos y me miró con esa mezcla de seriedad y diversión que le salía tan natural.
— Alice… — empezó, jugando con el vaso de zumo — el sábado hay un baile y quiero que vengas conmigo.
Levanté la vista enseguida, sorprendida. Esta gente rica siempre tiene algún evento raro al que ir, madre mía…
— ¿Un baile? — pregunté, casi riéndome de los nervios. — Diogo, si ni siquiera tengo ropa para eso.
Él arqueó una ceja, como si aquello fuera una tontería.
— Yo te la compro — dijo con firmeza, como si la decisión ya estuviera tomada. — Te quiero guapísima a mi lado.
Respiré hondo, mordiéndome el labio. Lo decía como si fuese lo más fácil del mundo,