Corrió hasta Chiara, arrodillándose a su lado, lleno de preocupación. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, pero me contuve con fuerza.
—¡¿Qué le HICIERON?! —nos gritó a Diogo y a mí.
—¡Ella vino hasta mí y me tiró vino en la cabeza! —grité, con la voz embargada—. ¡Diogo trató de impedirlo, y ahora está ahí... fingiendo esa payasada!
—Yo... yo solo me tropecé con ella sin querer... ¡me insultó, me amenazó! —lloriqueó Chiara, agarrando el brazo de Alessandro como una actriz de telenovela.
Se levantó con los ojos en llamas, viniendo directo en mi dirección. Por un momento, juro que pensé que me iba a agredir.
Pero Diogo se puso al frente.
—No. No la vas a tocar. —dijo firme, los ojos duros.
—Quítate del medio, Diogo. —Alessandro escupió las palabras, el rostro contorsionado de rabia.
—No, Alessandro. Estás ciego. Sabes muy bien que Chiara es manipuladora. ¡Y mira lo que está haciendo ahora!
—¿Ah, te vas a hacer el buenito? —Alessandro rio con desprecio—. Sé lo que está pasa