Abrí los ojos completamente y miré a Diogo, observando su reacción.
—Escuché. —Dijo bajo, cruzando los brazos, con el semblante serio.
Suspiré, me pasé la mano por el rostro y lo miré con sinceridad.
—Por favor, no le digas a Alessandro.
Diogo pareció curioso, como si luchara entre protegerme o proteger al hermano.
—No me voy a meter en tu vida. Pero... creo que él debería saber.
—Lo sé... lo sé. —bajé la mirada, mordiéndome el labio—. Pero tengo miedo.
—¿Miedo de qué?
Dudé, la garganta apretándose.
—De que me quite a mi bebé y lo críe con Chiara. —Hice una mueca solo de mencionar su nombre, el sabor amargo de la humillación todavía pegado en mi boca.
Diogo frunció la frente, disconforme.
—No haría eso, Larissa. Alessandro puede ser un idiota, pero no es un monstruo.
—¿Cómo puedo estar segura? —mi voz falló—. Es billonario, tiene influencia, puede manipular todo. Sabes eso. Yo soy solo... yo.
—Un juez no va a quitarle un hijo a la madre, mucho menos cuando el padre puede p