Cuando llegó la hora, respiré profundo, tomé mi bolsa y bajé.
Al llegar a la acera, vi a Alessandro de pie, al lado de su auto, también vestido formalmente. Su traje oscuro lo hacía ver aún más guapo, lo que solo irritó mi orgullo.
No dijo nada de inmediato, solo se quedó observando mientras me acercaba. Sentí sus ojos recorriéndome lentamente, de arriba abajo.
—¿A dónde crees que vas con esa ropa? —soltó, con ese tono posesivo e irritante.
—Al cumpleaños de Teresa. ¿Algún problema? —rebatí, levantando la barbilla, aun con el corazón acelerado. Sabía el efecto de ese vestido, y saber que lo había notado solo me daba más fuerzas.
Sus ojos se detuvieron en mis senos por un segundo más de lo aceptable, y vi su mandíbula contraerse.
Lo ignoré y entré a su auto, escuchando cuando soltó un refunfuño bajo. Como si estuviera perdiendo el control de algo.
Durante el camino, nos quedamos en silencio. Un silencio pesado, lleno de cosas que queríamos decir, pero no teníamos valor.
Cuando l