Alejé esos recuerdos indeseados de mi mente y me vestí, eligiendo un vestido simple y bajando para encontrar a Margarida ya poniendo la cena.
Últimamente, ya no ponía más dos lugares y siempre esperaba la hora para saber quién llegaría.
—Gracias, Marga. —dije cuando dejó el plato frente a mí.
—¿Puedo pedirle un favor, señora? —La miré asintiendo en confirmación. Margarida parecía nerviosa mientras continuaba—. Mi sobrino, Eric, vino a Centrópolis en busca de un empleo pero hasta ahora no ha encontrado nada. Sé que puede ser pedir mucho, pero como el jardinero se jubiló, estuve pensando en que él asumiera el cargo hasta que encuentren a alguien más calificado.
—¿Él ya trabajó en jardinería antes?
—Sí, vivía en la finca de mis papás y siempre cuidó muy bien de ahí.
—Bueno, podemos hacer una prueba. Dile que venga mañana y pídele que haga su trabajo y al mediodía vengo a ver lo que hizo.
—Dios mío, gracias, señora. —dijo, con una sonrisa de oreja a oreja.
—No necesitas agradecerme