La tensión en el auto era sofocante. El silencio entre Alessandro y yo estaba cargado, como si en cualquier momento pudiera explotar. Y, claro, él fue el primero en romper el silencio.
—¿Por qué diablos llamaste a ese tipo para cuidar a tu papá? —Su voz era firme, pero cargaba una punta de irritación.
Crucé los brazos, ya anticipando hacia dónde iba a ir esta conversación.
—Porque confío en él y sé que mi papá está en buenas manos.
Sentí la mirada de Alessandro pesar sobre mí, pero seguí mirando hacia adelante. Apretó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
—¿Y cómo supiste que era enfermero? ¿Desde cuándo se acercaron así? —Su tono se volvió más ácido, cargado de desconfianza.
Aprovechando el semáforo en rojo, se volteó hacia mí, los ojos oscuros analizando cada detalle de mi rostro, como si estuviera tratando de arrancar una verdad escondida.
—Dime, Larissa... ¿Estás teniendo una aventura con ese enfermerito?
Puse los ojos en blanco, soltando una ris