87. El silencio de la mañana
87
Eva
El silencio de la mañana fue rasgado por el rugido de motores acercándose a la entrada principal de la manada. Desde la ventana, vi los vehículos detenerse y a Valentine descender con paso firme, arrogante, escoltado por al menos media docena de hombres armados. Su sola presencia ya era una provocación.
Magnus bajó conmigo sin necesidad de hablar. Cedric llegó desde el otro pasillo, sin soltar la mano de Sofía que, aunque pálida, ya no temblaba. Había fuego en su mirada.
—Lo presiento —murmuré—. Viene a llevársela.
—Que lo intente —respondió Cedric con los ojos brillando de furia contenida.
Valentine cruzó el patio como si fuera su territorio. Su porte era regio, pero su mirada estaba podrida de soberbia. Nos encontró esperando a mitad del gran salón.
—No venimos a pedir permiso —dijo sin más—. Sofía me pertenece por ley y tradición. Ha llegado la hora de cumplir su parte. Mi manada necesita estabilidad, y ella es el símbolo de la unión entre nuestros linajes.
Sofía dio un pas