86. Conflictos agravados
86
Eva
Esa noche...
La cabaña estaba en silencio. Los niños dormían en la habitación contigua, exhaustos después de un día largo.
Magnus y yo estábamos acostados, como tantas otras noches últimamente.
No hablábamos mucho, pero compartíamos el mismo espacio. El mismo calor. El mismo consuelo silencioso que dan los cuerpos cuando se reconocen sin necesidad de palabras.
Me acurruqué más cerca de él. Sentí su brazo envolverme con suavidad, como si el gesto ya fuera una costumbre natural, instintiva.
El silencio nos cubría como una manta espesa. Pero esa noche no podía dormir.
Mi corazón latía rápido.
—Magnus... —susurré, apenas un murmullo.
—¿Hmm? —respondió él, su voz baja, aún entre el sueño y la vigilia.
—Creo... creo que estoy embarazada.
Hubo un segundo, solo uno, de quietud absoluta.
Luego, lo sentí incorporarse un poco, sus dedos temblando apenas al rozar mi vientre con cuidado. Como si algo sagrado estuviera ahí.
—Lo sabía... —murmuró. Su voz se quebró ligeramente—. Lo sentí hace