59EvaEl alfa de la manada Polvo de Luna estaba muerto. El consejo ya estaba en camino, y mientras esperábamos noticias del médico, un peso denso se instaló en mi pecho. No era nuestra jurisdicción, pero algo en mi interior me decía que esta muerte y la desaparición de Sofía estaban conectadas. —No me gusta esto —murmuré, frotando mis brazos, intentando disipar el frío que no venía solo del clima. Magnus, a mi lado, me observó en silencio por unos segundos antes de dar un paso más cerca. Su calor era una presencia innegable, una tentación que no debía permitirme sentir. —A mí tampoco —respondió en voz baja—. Pero lo resolveremos. No respondí. No quería admitir que estaba preocupada, no solo por la niña, sino por la sombra oscura que parecía envolverlo todo. —¿Por qué desapareció así? —pregunté en un susurro, casi para mí misma. —No lo sé —su voz era tensa, como si odiara no tener respuestas—, pero la encontraremos, Eva. No estaba segura de si hablaba de Sofía o de otra persona
60CedricYa había prometido llevar a mis sobrinas con mi hermana. No podía fallarles ahora.—¿Cómo puedo echarme atrás después de prometerlo? —dije mientras guardaba lo último en mi bolso de viaje.Mi madre me observaba con los brazos cruzados, pero sus ojos reflejaban comprensión.—Te entiendo —dijo finalmente—. Ve, yo me encargo de tu padre.Asentí y continué empacando, pero antes de que pudiera cerrar la maleta, ella habló de nuevo, con un tono más suave, casi ensoñador.—Mis princesas nunca habían estado tanto tiempo lejos de Eva.Hice una pausa. Era cierto. Por mucho que mis sobrinas fueran niñas fuertes y vivaces, Eva siempre había sido su pilar.—Sí… y por lo que me dijo Liam, parece que ese Alfa dañó las camionetas. —Lo mencioné con aparente tranquilidad, pero observé de reojo la reacción de mi madre.Ella tensó los labios y sus ojos se oscurecieron.—¿Crees que quiera recuperar a tu hermana?La preocupación en su voz era palpable. Llevábamos poco tiempo compartien
61CedricLos guerreros llegaron poco después, ayudándome a cargarla hasta el auto. Mi mente estaba en otro lugar, preocupada por la fragilidad de su cuerpo contra mi pecho. No debería estar así. No debería seguir herida.Pero no encontré respuestas.Solo tenía preguntas.Antes de irnos, me aseguré de que mis sobrinas se quedaran en el auto mientras me dirigía a un río cercano. Necesitaba limpiarme la sangre de los renegados antes de volver con ella.El agua fría bajó la fiebre de mi piel.Pero no la inquietud en mi pecho.Cuando terminé, me vestí adecuadamente con ropa que los guerreros trajeron para mí. No más pantalones apretados. Agradecí en silencio y regresé al auto, donde ella yacía inconsciente en el asiento trasero.Con movimientos cuidadosos, tomé un paño limpio y comencé a limpiar su rostro y sus brazos con delicadeza. Sus rasgos eran suaves, su piel pálida y perfecta, aunque ahora estaba manchada de sangre y suciedad. Cada línea de su rostro me parecía una obra de arte.No
62EvaObviando mis sospechas sobre mi hermano y Sofía, me concentré en lo más importante: su vida.Con rapidez, la llevé a una camilla para revisarla adecuadamente. Su piel estaba alarmantemente fría, su respiración débil y su olor… su olor estaba contaminado.—Necesitamos verla mejor —ordené, y con la ayuda de la enfermera, la colocamos con cuidado boca abajo.Fue entonces cuando noté la herida en su espalda.—Demonios… —murmuré con el ceño fruncido.La ropa, hecha jirones y empapada en sangre seca, nos estorbaba, así que la rompimos para despejar la zona. La herida tenía un color negruzco en los bordes, algo que no era normal en un licántropo.Veneno.Mi pecho se apretó.Cedric gruñó de manera amenazante en cuanto el enfermero se acercó para ayudar. Su lobo al parecer estaba al borde de la locura.—¡Retrocede! —rugió, con los ojos completamente oscuros.El joven sanador se detuvo de inmediato.—¡Cedric! —lo llamé con dureza.Pero él apenas me escuchó. Su cuerpo entero estaba tenso,
63Eva—Está bien —concedí con indiferencia, aunque podía sentir la mirada fulminante de Magnus perforándome la nuca.Sin molestarse en ocultar su descontento, me tomó del brazo con fuerza, pero yo ya estaba preparada. Lo sujeté con la misma firmeza y lo arrastré fuera del cuarto donde habíamos colocado a Sofía, cerrando la puerta tras nosotros con un golpe seco.No tenía tiempo para las objeciones de Magnus.—Eve… Mírame —me tomó de la mano y me giré parcialmente para verlo— ¿Quién es ese hombre? ¿Por qué lo abrazaste? ¿Por qué confías en él? —los celos llenaban sus ojos y lo vi apretar los puños.Quería contestarle de forma sarcástica, pero mis hijas se acercaron nuevamente a nosotros y cerré la boca de golpe y decidí ignorarlo, en cambio me dirigí a la doctora que veía a todos lados menos a nosotros y solté un ligero resoplido antes de hablar.—Doctora Helena, trasládela a una habitación desinfectada y asegúrese de que nadie entre sin autorización. Nadie.Mi decisión era firme. Sof
64MagnusEl silencio se asentó entre nosotros, pero no era incómodo para ellos. Solo para mí. Kristal y Kasius hablaban en susurros, sumidos en su propio mundo, mientras Kristen se mantenía un poco al margen, como si estuviera de forma vigilante.Quería decirle algo a mi hija Kristen. Cualquier cosa que rompiera la barrera que había levantado entre nosotros. Pero el miedo a que me ignorara de nuevo me paralizaba. Se parecía demasiado a mí en cuanto carácter y fortaleza.En cambio, me concentré en Eve.Desde la cocina, su silueta se movía con precisión mientras cortaba ingredientes, su cabello cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Mamá le hablaba con un tono maternal, como si al mantenerse ocupada pudiera alejar la angustia. Pero yo la conocía demasiado bien. Incluso a la distancia, podía notar la tensión en sus gestos, la forma en que su boca se curvaba ligeramente hacia abajo cuando creía que nadie la veía.Sofía seguía siendo su prioridad.Y Cedric seguía con ella y eso me mol
65EvaEl pasillo del hospital estaba en penumbra, iluminado apenas por las luces mortecinas de los faroles en la entrada. La brisa nocturna se colaba entre las ventanas mal cerradas, arrastrando consigo el aroma de la humedad y la madera vieja. Caminé con paso firme, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros.Mi objetivo era claro: averiguar qué estaba envenenando a Sofía y asegurarme de que sus exámenes revelaran algo útil. Pero antes de llegar a la puerta, una sombra se proyectó sobre mí.Sabía quién era.Magnus.No necesitaba mirarlo para reconocer la forma en que su presencia alteraba el aire a mi alrededor, cómo su calor se filtraba a través de la distancia que nos separaba. Pero si pensaba que podía acecharme como un depredador sin consecuencias, estaba equivocado.Con un movimiento rápido, tomé su muñeca y usé la fuerza de su propio cuerpo en su contra. Mi entrenamiento con Cedric no había sido en vano. En cuestión de segundos, Magnus estaba en el suelo, golpeando la mad
66CedricMis labios aún estaban sobre los suyos cuando sentí un leve movimiento. Me aparté apenas unos milímetros, lo suficiente para verla. Sus pestañas temblaron, y con un suspiro suave, sus ojos se abrieron lentamente.Fue como si el mundo se detuviera.Sus pupilas tardaron un segundo en enfocarse, y al encontrarme, una expresión de desconcierto cruzó su rostro. Luego, algo cambió. Lo sentí. Una corriente invisible nos atravesó a ambos, como si el universo nos recordara que estábamos hechos el uno para el otro. Era el vínculo. Vivo. Palpitante. Irrompible.—¿Compañero…? —susurró con la voz ronca por el sueño, pero tan dulce que me rompió el alma.Tragué saliva, sintiendo que algo ardía en mi pecho. No supe qué decirle. No quería romper el momento con palabras vacías.—Sí… —respondí al fin, apenas un murmullo—. Soy yo. Cedric. Tu compañero.Ella alzó una mano temblorosa y rozó mi mejilla, como si necesitara tocarme para creer que era real.—Te soñé —dijo, y sus ojos se llenaron de