531. La puerta prohibida.
Nunca pensé que ese momento llegaría, porque las puertas cerradas de la mansión parecían destinadas a permanecer selladas para siempre, como guardianas de un misterio que no debía ser tocado, pero esta noche la sirvienta me sorprende al detenerse frente a una de ellas y, sin mirarme demasiado, introduce una llave pequeña, negra y brillante, que gira con un sonido metálico y profundo, tan distinto al de las demás cerraduras, y en ese instante mi cuerpo entero se estremece porque entiendo que algo está a punto de revelarse, que lo que hasta ahora solo había imaginado entre mis ansiedades y mis recuerdos por fin se abrirá ante mis ojos.
El aire cambia apenas cruzamos el umbral, y es como si de pronto caminara dentro de otra época, un tiempo que no me pertenece pero que me envuelve, porque el pasillo que se abre frente a mí es largo, angosto, casi interminable, y está iluminado por candelabros dorados incrustados en la pared, cuya luz titilante crea sombras que se deslizan por las paredes