530 El vestido negro.
Narra Dulce.
La sirvienta camina delante de mí con pasos silenciosos, como si flotara en lugar de pisar, y yo la sigo con una mezcla de ansiedad y vértigo, porque no me atrevo a preguntarle nada y, aun así, cada fibra de mi cuerpo está llena de preguntas que se me amontonan en la garganta, pero permanecen mudas. El corredor parece interminable, las paredes blancas brillan con reflejos dorados de las lámparas, y tengo la sensación de que estoy entrando en un espacio cada vez más estrecho, más profundo, como si en cada paso se me cerraran todas las salidas posibles. Cuando llegamos a la puerta de mi recámara, ella la abre con una cortesía casi ceremonial, y al entrar siento que el aire cambia: hay un perfume distinto, un aroma de flores secas mezclado con cuero, una fragancia oscura y envolvente que me obliga a detenerme un instante.
El vestido está sobre la cama. Negro, intenso, con un brillo que parece atrapar la luz de la lámpara que cuelga del techo. Es un vestido provocador, de tel