53. Debajo de su piel el acero.
Narra Lorena.
El secreto para mentirle a un hombre como Ruiz no está en las palabras. Está en la forma en que lo mirás mientras las pronunciás. En la manera en que bajás la mirada justo cuando él necesita que lo hagas, en cómo curvás los labios con una sumisión cuidadosamente ensayada, como si el deseo fuera rendición. Como si la entrega fuera sincera.
Esta noche, estoy lista para eso.
Llevo un vestido de seda negra que apenas roza mis caderas. Cada paso que doy es una promesa sin garantía. Entro en su oficina sin pedir permiso, sabiendo que le gusta así: impredecible, desbordada. Él está de espaldas, mirando por los ventanales que dan al infierno que él mismo creó. Al oír mis tacones, se da vuelta. Me observa. Hay una sombra de duda en sus ojos, pero también una chispa que lo traiciona: todavía me desea. Y eso me salva.
—¿Volviste a entrar a mi mundo como si nunca te hubieras ido? —pregunta con esa voz rasposa que me ha hecho arder la piel tantas veces.
—Porque nunca me fui del todo