451. Cuerpos en la encrucijada.
Narra Dulce.
El sobre está en la mesa. La habitación huele a perfume caro y a peligro recién salido del horno. Jean-Pierre se fue hace diez minutos, pero el aire aún tiene su sombra. Ese acento de veneno envuelto en terciopelo, esa forma de mirarme como si fuera una pintura que él va a colgar y firmar con sangre.
Me dejo caer en la cama, con la remera pegada a la piel. No llevo bombacha. Hace calor. O es el miedo. O la expectativa.
Sami no está. Salió. No me dijo adónde. Y aunque me duela, mejor así. No podría mirarla a los ojos ahora.
Abro el sobre con los dedos lentos. Dentro, un nombre, una dirección, una imagen borrosa de mi papá con alguien que no reconozco. Un símbolo al fondo, como una insignia vieja. Nada está escrito al azar. Todo esto fue elegido para provocarme.
Y lo logra.
Camino al baño y me miro al espejo. No tengo maquillaje. El pelo es un desastre. Hay un rasguño en mi clavícula que no sé cuándo apareció. Me toco los labios. Todavía están hinchados de cuando casi discu