349. Piel de escenario.
Narra Lorena.
La habitación está quieta, pero algo ha cambiado.
No es el aire. No es la luz.
Es esa sensación espesa, que se filtra entre las costuras del silencio. Una urgencia invisible.
Un temblor en el centro del estómago, como si el tiempo estuviera por girarse de golpe, como si alguien estuviera rompiendo las paredes desde afuera.
Ruiz.
Lo sé.
Lo siento.
Lo huelo, incluso.
Como un perfume viejo que se niega a borrarse de los huesos.
No sé cuánto tiempo llevo aquí. Puede haber sido un día. O tal vez tres.
Tomás no habla. Solo aparece cuando cree que estoy dormida. Me acaricia el cabello como si yo fuera una figura de porcelana.
Me habla al oído, sin esperar respuestas.
Me dice que todo está saliendo como esperaba.
Que esta es su gran obra.
Que el telón ya empezó a moverse.
Tengo las muñecas marcadas. La venda que cubre mi boca me quema los labios.
Y los tobillos me laten con un pulso diferente.
El cuerpo empieza a responder al miedo como un animal salvaje.
Sabe que tiene que move