293. El susurro entre líneas.
Narra Gomes.
Nunca me gustaron los escritores.
Gente que vive de armar verdades con palabras falsas.
Que maquilla el pasado con estilo y te hace sentir culpable si no lo llamás arte.
Pueden justificar cualquier cosa con una metáfora.
La muerte, el abandono, la locura.
Todo es redimido si lo envolvés con la frase justa.
Y sin embargo, acá estoy.
Encerrado entre cajas de libros, hojas sueltas, mails impresos, y una cafetera vieja que escupe más rencor que café.
Hay un murmullo constante de papel al rozar papel, como si las páginas conspiraran entre ellas, como si cada oración tuviera un peso que yo aún no comprendo del todo.
—¿Otra vez el editor? —pregunta Delgado, mi compañero de turno, mientras entra con un café frío en un vaso de plástico, con esa voz típica de quien ya no sabe si reírse o preocuparse.
—Otra vez el editor.
—Villa, ¿no? ¿El que publicó a la Dama?
Asiento sin mirarlo. No hace falta decir más.
Ya todos en la unidad saben que tengo su nombre clavado entre las costillas c