266. Delicadeza.
Narra el asesino (anónimo)
Nunca me ha interesado la brutalidad. No la verdadera, al menos. Esa que se esconde en los gestos torpes, en los arrebatos de odio, en el grito desmedido. Lo que yo hago no es violencia. Es otra cosa. Es silencio. Es forma. Es delicadeza.
Hoy lo he vuelto a hacer.
El hombre dormía en su sillón de cuero barato, con una botella de ginebra entre las piernas y el televisor encendido. El noticiero repetía las imágenes del juicio de una mujer sin rostro. “La dama del rey de la mafia”, así la llaman. Y yo, mientras observo su figura borrosa, muevo el bisturí entre mis dedos como si fuera una pluma. ¿Ella habrá pensado en mí alguna vez? Tal vez no. Tal vez sólo en él. Pero no importa. A través de él llegaré a ella. A todos ellos.
El primer corte es justo debajo del óEl primer corte es justo debajo del \xf3rgano mandibular, en la garganta, sin tocar la carótida. Sólo lo suficiente para que despierte y me mire. Siempre espero ese instante. El exacto momento en que el