255. El sobre equivocado.
Narra Lorena.
A veces Tomás deja libros tirados como si la celda fuera su casa. Me río sola. La última vez se olvidó los anteojos de sol y una lapicera que no escribe. Hoy me deja una antología, gordita, de cuentos de mujeres del siglo pasado. Lo hace como quien ofrece un dulce:
—Para cuando estés harta de escribir.
—Eso no va a pasar —le digo.
Sonríe. Se acomoda en su sillita de siempre, al lado del escritorio.
Mientras él se pone a leer lo que escribí ayer, abro el libro con poco entusiasmo. No quiero cuentos. Quiero silencio. Pero en la página ciento y pico, algo cae. Un sobre.
Blanco. Doblado en dos.
Mi nombre. Mi apellido.
La letra es inconfundible.
—¿Esto lo dejaste vos? —le pregunto.
Tomás levanta la vista, distraído.
—¿Qué cosa?
Le muestro el sobre. No se acerca.
—Ah… no, no. Debe ser alguna de esas cosas que filtran los de la dirección. ¿Querés que lo revise yo primero?
Ahí ya algo me pica adentro.
—No. Ya lo estoy abriendo —digo, más firme de lo que esperaba oírme.
Él se qu