232. A veces.
Narra Brisa.
A veces me levanto en mitad de la noche y camino descalza por este piso de mármol ridículo que Ruiz alquiló en París. Porque claro, ahora somos europeos. Millonarios. Elegantes.
¡Ja! Me río. Me río porque si alguien supiera todo lo que hay detrás de estas paredes…
Si alguien viera lo que somos realmente, no nos darían copa de cristal en la ópera, nos meterían a todos en jaulas y tirarían la llave al Sena.
Pero yo camino. Y pienso. Y siento a Dulce respirando en la habitación de al lado. A veces ronca, la muy gordita. Tiene la nariz de Lorena. No lo digo. Jamás. Pero Ruiz lo sabe. Se le pone una sombra en la cara cada vez que la nena dice "papá" con ese tonito tierno de muñeca rota.
Yo no digo nada. Solo sonrío. Y me muerdo la lengua.
Porque ya no soy la pendeja ilusa que creía que el amor de su vida iba a rescatarla como en las películas. No. Yo lo rescaté a él. Yo estuve ahí cuando nadie más estuvo. Cuando lo mandaron preso, cuando lo soltaron, cuando todos los traidores