23. Belleza como arma.
Narra por Lorena.
Cuando Sully me trajo el vestido, supe que Ruiz planeaba algo.
Un vestido así no se usa porque sí.
Negro. Brillante. Como petróleo líquido derramado sobre la piel. Escote profundo, tajos estratégicos, tela que abraza cada curva como si fuera pecado. Al ponérmelo, sentí que me cubría de una segunda piel, una que no se arruga con el miedo ni sangra con los recuerdos.
—¿Qué es esto? —pregunto, mientras observo mi reflejo en el espejo, sabiendo que no hay casualidades en este mundo. Solo decisiones y consecuencias.
Sully sonríe con esa mezcla de ironía y compasión que la define.
—Ruiz quiere que te muestres esta noche. Que sepas que estás al mando. Que hagas lo tuyo.
Lo mío.
Como si seducir hombres fuera un don.
Como si convertirme en objeto de deseo fuera una estrategia.
Como si mi cuerpo no cargara ya con suficientes cicatrices invisibles.
Respiro hondo.
Me coloco los pendientes largos, los de plata afilada que parecen dagas. Me delineo los ojos como si pintara guerra.