228. La noche en que mamá se rompió.
Narra Brisa.
No me acuerdo exactamente el día que nací, pero sí recuerdo la primera vez que escuché a mamá gritar por placer y no por miedo. Fue con él. Con Ruiz. Yo tenía seis años, y dormía en la pieza de al lado, con cucarachas que me hacían compañía como si fueran mascotas fieles. Mamá trabajaba en el burdel, como casi todas las mujeres que no tienen ni nombre ni apellido donde crecí. Se llamaba Nora, pero todos la conocían como “la que hace llorar a los tipos de gusto”. Y a mí… bueno, a mí me decían “la nena de Nora”. Qué original, ¿no?
Ruiz venía a verla cada tanto. Nunca traía flores. Traía plata. Y algo más… algo que no sé cómo explicar. Era como si el aire se volviera más espeso cuando entraba. Como si la muerte caminara al lado suyo y la vida se le tirara encima para que no se fuera. Yo me escondía detrás de las cortinas rotas, y lo miraba. Siempre de negro, con anteojos de sol, aunque estuviera nublado, con esa voz que hacía que todos los hombres se callaran sin chistar. Y