213. El tiempo en una copa de vino.
Narra Lorena
Ya no sé cuántas copas de champán fingí beber. He pasado por tinto, blanco y espumante, todo para no tener que hablar demasiado. Para no tener que pensar. Para no parecer nerviosa.
Los hombres que me rodean tienen el ego de toros, las manos sudadas de poder fácil y las carcajadas violentas de quienes creen que compran el mundo con una tarjeta negra. Uno, un tal Silvio de Curitiba, lleva veinte minutos contándome cómo su flota de barcos pasó de transportar bananas a mover armamento camuflado. Me lo dice como si fuera gracioso, como si la ley fuera un chiste privado.
—¿Y sabe qué es lo mejor, señorita? —dice, con acento arrastrado y sonrisa de zorro—. ¡Los monos no se quejan!
Río. Me río como una actriz de telenovela barata. Le toco el brazo con disimulo, asiento, hago lo que se espera de mí. Estoy vestida para seducir, pintada para deslumbrar, y por dentro solo cuento segundos.
—Disculpe, ¿qué hora tiene? —le susurro a un mesero que pasa con una bandeja de mariscos.
—Las o