172. El nombre de la rosa.
Narra el asesino (anónimo)
El sótano no estaba exactamente como en el libro.
Las palabras son generosas. Idealizan. Embellecen. La realidad siempre es más sucia. El lugar tenía humedad en las paredes, rastros de ratas, olor a encierro y a vino viejo.
Pero era ese sótano.
El de la Rosa.
Donde Ruiz—según la leyenda y la pluma de su amante traicionada—esculpía el miedo en carne viva. Donde dejaba a sus enemigos colgados de ganchos como si fueran jamones malditos. Donde aprendió que el dolor es más efectivo que cualquier sermón.
Lo encontré gracias a un nombre secundario. Un tal “Nando”, que Lorena mencionaba al pasar. Un obrero alcohólico. Un peón de obra de esos que hablan más de lo que saben. Era el último que seguía vivo de los que remodelaron esta casa hace años. Y por supuesto… ya no lo está.
Su silencio me costó una sola puñalada. Pero valió oro.
Ahora estoy acá. Rodeado de eco y sombra. Con el tercer cuerpo colgado frente a mí. Todavía respira.
—No tengas miedo —le digo—. Lo que v