131. Un juego con fuego, lengua y piel.
Narra Lorena.
No se trata de mentir bien.
Se trata de hacer que quieran creerte.
De parpadear a tiempo, de humedecerse los labios cuando la tensión sube, de arquear la espalda justo lo suficiente como para que la culpa se pierda entre los pliegues del deseo.
El celular estaba bajo la almohada, apagado, tan frío como la sangre que me circula por las piernas mientras camino en círculos por la habitación, descalza, semidesnuda, dejando que el aire me roce los pezones como si fueran las yemas de otro hombre, cualquier otro, menos el que está a punto de volver con la furia en los ojos y el nombre de Gomes tatuado en la nuca. Ruiz.
Siempre vuelve. Como los demonios.
Y yo tengo que sobrevivirlo.
El celular debe sonar mañana, no antes.
Gomes dijo a las siete. Y si para entonces yo no lo tengo encendido, si para entonces no estoy viva, despierta, libre… todo este teatro se volverá cenizas. Así que tengo que hacer lo que mejor se hacer: representar.
Seducir no es vestirme bonita. Es mentir con