Capítulo 86. Torrente salvaje.
Johan volvió a bajar el móvil con esa sensación extraña en el pecho. Era asfixiante tan solo respirar y si a eso le agregaba el sonido de la llamada rechazada por tercera vez, aumentaba su ritmo cardíaco.
En lo único que pensaba era que había regresado a esos días en los que tenía grabada en la cabeza la idea de morir al segundo siguiente o emocionarse de más y llegar a la tumba. Porque se sentía similar.
Y Salomé no quiso contestar. Otra vez.
Cinco días que había abandonado la idea de seguir a otro Müller, porque los que Cristóbal mantenía en vigilancia se movían fuera de Düsseldorf y requerían atención.
Se comunicó con él por la mañana, esperando algún cambio y el único que recibió fue que estos habían llegado a Berlín. Eso le dio mala espina.
Al soltar el teléfono, Johan sintió cómo el aire se le quedaba atascado en medio del pecho. No era la primera vez que su corazón jugaba con él, pero esta vez el golpe fue distinto. Un ardor punzante se abrió paso bajo el esternón, exten