Tú comenzaste esta guerra.
En la Mansión Delcourt, cada rincón estaba impecablemente preparado, como si la perfección pudiera ocultar la podredumbre que se gestaba tras esos muros.
Los jardines recién podados desprendían un aroma a hierba fresca, las cortinas nuevas ondeaban suavemente con la brisa que entraba por las ventanas.
Todo era un escenario perfectamente calculado para la función que Luciano había planeado, una obra maestra de manipulación y apariencia.
Los camarógrafos y asistentes se movían como piezas de ajedrez bajo su dirección, obedeciendo cada orden con precisión y nerviosismo. Cables serpenteaban por el suelo, flashes listos, cámaras estratégicamente ubicadas para capturar cada ángulo de la mentira que el mundo consumiría sin cuestionar. Cada movimiento estaba pensado para transmitir una historia que nunca existió.
Catalina llegó puntual, descendiendo del auto con un porte elegante y frío. Su vestido marfil era sencillo pero impecable, su cabello recogido con perfección y un maquillaje discreto