Quiero justicia.
Las palabras lo dejaron petrificado, y por primera vez en años, el patriarca perdió el control de su expresión.
Por un instante, Sebastián se quedó mirando las letras del documento sin poder procesarlas.
¿Cómo demonios había llegado ese papel a manos de Catalina? Aquel testamento no solo era una reliquia del pasado, sino una bomba que podía destruir todo lo que había construido.
Recordó el nombre que aparecía en él, Julián Moreau, aquel bastardo que no merecía nada, el hijo que su padre había tenido con la mujer que se consiguió años después de la muerte de su madre.
Veinte años habían pasado desde que lo vio por última vez, desde que ese muchacho desapareció del país, y en su mente, Sebastián ya lo había enterrado.
Lo creía muerto, borrado de la historia familiar, y ahora ese nombre volvía para perseguirlo.
El pulso le tembló, ni siquiera recordaba su rostro.
"¿Qué hace Catalina con esto? ¿Cómo consiguió algo que debía haber ardido junto con el resto de los papeles de mi padre?"
El p