**ÚRSULA**
Intenté razonar con él. No grité, no supliqué. Solo hablé desde la desesperación. Le dije que esto no era justo, que era una mujer adulta, que tenía derecho a decidir sobre mi vida. Le dije que amaba a Klaus, que él no era el monstruo que creía…
Pero fue como hablar con una pared de piedra.
—Tú no sabes lo que es mejor para ti —fue lo único que dijo antes de marcharse, sin girarse siquiera para mirarme una vez más.
Mi tía no me abrazó. No me consoló. Simplemente, me hizo pasar y cerró la puerta detrás de mí como quien cierra una caja fuerte. No necesitaba decir nada. Ella obedecería. Como siempre.
Me quedé en una habitación grande, limpia, cuidadosamente arreglada, pero vacía de todo lo que me importaba. Me senté en la cama, abrazándome las rodillas, con el corazón palpitando fuerte en el pecho, como si aún esperara despertarme de una pesadilla.
Pero esto no era un sueño. Era mi nueva realidad. La desesperación se instaló despacio, como un veneno que se escurre por las vena