**ÚRSULA**
No sentí miedo. Sentí rabia. Furia limpia y cortante como el filo de una navaja.
—Vamos a destruirlo —murmuré, con la voz firme.
Klaus asintió.
—Lo vamos a hacer caer. Con cada una de estas pruebas. Y cuando todo salga a la luz, ni su dinero, ni su traje caro, ni sus amenazas podrán salvarlo.
—Por mi madre —dije, apretando la fotografía contra el pecho.
—Y por ti —añadió Klaus, mirándome como si fuera la única persona que importaba en el mundo.
**KLAUS**
Me movía en silencio, como un depredador en terreno enemigo. No había lugar para errores. Úrsula no lo sabía —al menos no del todo—, pero desde el momento en que descubrimos las pruebas de la muerte de su madre, ya no se trataba solo de justicia. Era una cacería. Y yo tenía que ser más rápido, más inteligente, más letal que el bastardo al que nos enfrentábamos.
Elías Romero no era un hombre común. No dejaba cabos sueltos. Jugaba sucio, y lo hacía con una sonrisa de cortesía. Había visto a hombres como él antes. Los que disf