CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

MONSERRAT

El teléfono vibra y veo el mensaje de Juan.

Juan  [Estoy afuera de tu casa]

M [Ya bajo]

Me despido de mis abuelos, quienes nunca dejan de pedirme que tenga cuidado y que les mande un mensaje cuando llegue a cualquier lugar. Salgo al encuentro de Juan, quien me espera apoyado en la puerta de su coche con una sonrisa que podría iluminar la calle entera.

—¡Hola! ¿Cómo estás? —me pregunta mientras abre la puerta del copiloto para mí.

—Muy bien, ¿y tú? —le respondo, subiendo al auto.

—Ahora que te veo, mucho mejor —dice, cerrando la puerta detrás de mí antes de rodear el coche para entrar.

Sus palabras me provocan una pequeña risa nerviosa. No puedo evitar notar cómo intenta que el ambiente sea ligero y relajado. Arranca el coche, y la noche parece prometedora.

—¿Viste las opciones de películas? ¿Qué te gustaría ver? —me pregunta mientras avanza lentamente por la avenida.

—Me gustaría ver algo de acción. Vi que está la nueva de Rápidos y Furiosos. ¿Ya la viste?

—No, aún no. Veamos esa. Aunque, sinceramente, pensé que querrías ver algo romántico —responde con una pequeña sonrisa.

—Me gustan las películas románticas, pero prefiero verlas sola. Son más para pensar que para compartir.

—Interesante —dice mientras me lanza una mirada curiosa—. ¿Y de dibujos animados? Podríamos ver una de esas la próxima vez.

—¡Claro! Ya tenemos una “próxima vez”, entonces —le contesto, divertida, mientras él sonríe satisfecho.

Llegamos al cine, y Juan insiste en comprar las entradas y las palomitas. La película comienza, y aunque me pierdo un poco en la trama por los ruidos de las carreras de autos, me entretengo viendo a Juan disfrutar como si estuviera dentro de un videojuego. La emoción de la sala me contagia, y la experiencia resulta mejor de lo que esperaba.

Al salir, el reloj ya marca tarde para un domingo. No podemos hacer otra parada, así que Juan me lleva de regreso a casa de mis abuelos. En el camino hablamos de comida. Descubro que, aunque parece sencillo, Juan tiene gustos exquisitos y hasta un poco extravagantes.

Cuando llegamos, baje del coche y me despido con un simple:

—Espero verte pronto.

Al entrar en mi habitación, reviso el teléfono. Hay varios mensajes esperándome de mi grupo de amigas:

E [Amiga, ¿cómo la pasaron?]

I [Sofiiii, ¿qué te dijo? ¿Alguna propuesta?]

Les respondo a mis amigas contándoles que fuimos al cine, vimos la película y que todo estuvo tranquilo. Mencione que probablemente habrá otra salida, pero sin detalles. Ellas no dejan de emocionarse más que yo.

Entonces aparece un mensaje de Julian:

Jul [¿Ya estás en tu casa?]

M [Hola, Julian. Sí, ya estoy en casa. ¿Ocupabas algo?]

Jul [No, nos vemos mañana?]

M [Buenas noches, Julian]

Dejo el teléfono en la mesita de noche, apago la luz y me duermo. Sin querer, sueño con el día en que ya no compartamos tantas tardes juntos, una realidad que se acerca cada vez más. eso me entristece.

A la mañana siguiente, Julián está, como siempre, puntual fuera de mi casa. Su silencio durante el trayecto al colegio me sorprende. Está distraído, y aunque intento sacar conversación, apenas responde.

—¿Traes la tarea de física? —le pregunto, tratando de romper el hielo.

—Sí —responde, corto.

Pienso en sus posibles preocupaciones. Quizá esté ansioso por la prueba del programa de pilotos. Decido no insistir y dejo que el silencio llene el espacio entre nosotros.

La mañana se siente interminable hasta que, por fin, llegamos a la última clase. Mientras caminábamos hacia el auto, intenté nuevamente entablar una conversación.

—Voy a empezar a tomar clases de manejo —le digo—. Cuando entres al programa de talentos y solo estés en el colegio por las mañanas, voy a tener que aprender a traerme a casa por mí misma.

Él sonríe apenas y responde:

—Sabes que te puedo buscar igual, pero me gusta que quieras aprender.

—¿Estás contento con el programa? —le pregunto, esperando ver algo de emoción en sus ojos.

—Es algo que esperaba hace mucho. Es mi oportunidad para abrirme camino hacia la Fórmula 1.

—Lo sé, y estoy segura de que vas a entrar. ¿Quieres quedarte esta tarde en mi casa? Podríamos terminar las tareas juntos. Además, ya no nos quedan muchas tardes así.

Su mirada cambia, y finalmente sonríe con más sinceridad.

—Dale.

Esa tarde, como muchas otras, pasa entre libros, palomitas y una maratón improvisada de Fórmula 1 en la televisión. Aunque sabemos que cada momento compartido se siente como un tesoro, ninguno lo dice en voz alta.

Mientras lo observo concentrado en sus tareas, no puedo evitar pensar en lo mucho que cambiarán las cosas cuando él entre al programa. Tendré que aprender a no depender tanto de sus bromas para aligerar el día, de sus explicaciones rápidas cuando no entiendo algo de fútbol o fórmula 1. Y él, por supuesto, estará demasiado ocupado alcanzando sus sueños como para notar lo mucho que extrañaré nuestra rutina.

—¿Qué pasa? —pregunta, notando que lo miro fijamente.

—Nada —respondo rápidamente, desviando la mirada—. Solo estaba pensando en cómo vas a dejarme sola con todas las clases de la tarde, con un montón de problemas que no voy a saber resolver.

Él suelta una carcajada, esa que me resulta tan familiar y que hace que me sienta segura.

—Sabes que siempre voy a estar para ayudarte, ¿no?. Además ambos sabremos que lo harás muy bien, sos la mejor de la clase Monse.

Asiento, pero en mi interior sé que nada será igual.

Esa noche, mientras preparo mis cosas para el día siguiente, recibo un mensaje de el:

Jul [Gracias por la tarde de hoy. Me hacía falta]

Sonrío, porque yo también lo necesitaba.

M [A mí también. Buenas noches, Julian]

Jul [Buenas noches, Montse]

Y así, sin darnos cuenta, seguimos aferrándonos a esos momentos que sabemos que pronto serán recuerdos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP