JULIAN
La presentación del auto híbrido de Belmont era uno de esos eventos que parecían sacados de una revista de lujo. Desde el momento en que llegué al salón principal sentí el peso de la atención, de las cámaras, de los murmullos que giraban en torno a cada detalle. El auto brillaba bajo las luces blancas del escenario, como si fuera una joya recién pulida, y alrededor no había más que gente influyente: periodistas, empresarios, actores, pilotos con nombres que yo había admirado desde niño.
Me habían invitado porque estaba empezando a abrirme camino, porque poco a poco mi nombre sonaba en las competencias y porque había inter&eacu