CAPÍTULO 26

MONSERRAT

Como estábamos de vacaciones, intentábamos aprovechar el tiempo al máximo, haciendo planes casi todos los días.

Aunque todavía no había iniciado mis estudios universitarios, ya iba a comenzar a trabajar en la empresa de mi familia, un par de veces por semana, en un puesto sencillo: ayudante del técnico de laboratorio de color. Las tareas eran fáciles y todos decían que era un buen comienzo. No necesitaba un ingreso, pero me gustaba la idea de ganar mi propio dinero fruto de mi esfuerzo. Como siempre, ya lo tenía todo organizado.

Una tarde nos juntamos con mis amigas: Elena, Irina y Fátima, la prima de Irina que estaba de visita. Estábamos en las piscinas del club náutico, entre reposeras y chapuzones, hablando de lo que se venía.

—Quiero que este verano no se termine nunca —dijo Irina, estirándose al sol—. Va a ser el último con cero responsabilidades.

—No puedo pensar tan a futuro, apenas tenemos dieciocho años —comentó Elena, riendo.

—No sé cómo haces para te