CAPÍTULO 15
IRINA
El salón estaba lleno de luces, música y perfume caro. Todo parecía sacado de una película… hasta que la vi entrar.
Monserrat.
Con un vestido azul.
Azul.
No rojo, como me había dicho.
Ella sabía perfectamente que yo también usaría azul. Lo habíamos hablado semanas antes, mientras hacíamos fila en la cafetería. “No quiero destacar mucho”, me dijo. “Voy a ir de rojo oscuro, algo sencillo.” Yo, estúpidamente, le creí. Planeé mi maquillaje, mis accesorios y hasta el peinado pensando en que ella se vería discreta.
Pero no. Entró como una estrella, como si fuera la protagonista de toda esta noche. Su vestido azul claro brillaba bajo las luces, entallado a la perfección, con una abertura lateral que no era nada discreta. Y su sonrisa… Dios, su sonrisa.
Estaba espléndida.
Y yo… invisible.
La rabia me empezó a hervir dentro. Apreté los puños. Ella siempre con esa actitud inocente, como si no supiera el efecto que causaba. Pero lo sabía. Y esta vez, lo había hecho a propósito.