MILA
—Bueno... —deslizo la mirada por el despacho. Es amplio y espacioso, el vidrio prima, lo que lo delimita son amplios paneles ahumados y se puede apreciar lo que ocurre en los pasillos mas no lo que pasa en el interior de la oficina— ¿Lo mandaste a decorar tú?
La mesa rectangular que abarca más de dos metros de longitud tiene el mismo tono de las paredes y los ventanales; todo es elegante pero también excéntrico.
—¿Acaso me estás escuchando andrajosa o andas en tu nube de pedos y fantasías?
—¿Que me largue dices? —dejo de ver a mi alrededor para centrarme en Tarzán.
—¡Te estoy hablando y no imaginas cuánto me encabrona que no me pongan atención cuando hablo!
—Es bueno de vez en cuando no ser el centro del universo. Y, por cierto, hablas demasiado. Demasiadas palabras carentes de educación.
—¡Ah! —grazna, repantigándose en la silla—. ¡Porque eres tan educada!
No reprimo el desafío, en el momento que sus ojos castaños dan con los míos—. Soy muy educada, Jackson.
—Te dije que quiero.