MILA
Aún siento el sabor amargo de la taquicardia y todavía se pasean por mi mente retazos de lo sucedido.
¿Realmente pasó?
Observo mi brazo sin percibir un ápice de pena por lo hecho.
Sí pasó.
Y no me arrepiento; me habría amputado tejido carne y hueso de haber podido.
Lo único que me pesa es haberlo lastimado a él. Al salvaje que me ve con suma cautela y tensión.
—Necesito pedirte un favor enorme —recito con tal frialdad que los ojos de Jackson se abren de sopetón.
—No voy a dejar impune nada de esto.
Me leyó el pensamiento y mi corazón se retuerce. Su anticipación significa que me he ablandado, saliéndome de líneas mucho antes de lo imaginado.
Es la clara señal de que debo encauzarlo cuanto antes, o de lo contrario el coletazo de la onda expansiva será irreparable.
—Tienes qué —siseo.
Anudo el vendaje en su palma, ignorando el asombro que exuda al observar mi proceder.
Podría explicarle que aprendí primeros auxilios gracias a mi madre, pero opto por callarlo. Callo cada detalle glo