DIECISIETE AÑOS ATRÁS,
VARSOVIA, POLONIA
—¿Eva? —me limpio los zapatos de charol en el felpudo de la puerta principal—. ¿Gigi? ¿Papi? —no sé cuántas veces van las que le he pedido a papá quedarme con el limpia suelas. Es mullido y tiene forma de oso cosa que me encanta. Creo que por eso lo compraron en la feria artesanal de invierno.
—Ivanka —la voz viene del fondo al igual que el olor a quemado.
Dejo mi mochila en el perchero, también mi abrigo, mi gorro y los guantes.
Hace muchísimo frío afuera, pero si naces en el hielo y tu padre te avienta al agua gélida del lago con apenas unos meses, se te cura de inmediato la intolerancia a las temperaturas polares cediendo espacio simplemente al soportable invierno europeo.
A veces ni sé por qué me abrigo tanto. O bueno, sí lo sé, es culpa de Gio. Gio me usa de maniquí y me pone la ropa que se le antoja. Es la desventaja de ser la más chica entre tantas mujeres. Todas te cuidan, todas te vigilan, te reprenden, te sobreprotegen, te enseñan y t