... La reunión continuó, Isabella cerró la carpeta. —Perfecto. Antes de la comunicación a la constructora, comuníquenme con la filial en Roma.
En ese momento, Alicia, la asistente ejecutiva de piso, se acercó y activó la llamada.
La pantalla se encendió con una imagen desde una sala elegante en Roma. Hombres trajeados, con acentos marcadamente del sur, respondieron uno a uno.
—Signorina Moretti —dijo un hombre mayor, canoso, con gafas de lectura—, desde Calabria enviamos los informes de la importadora de naranjas Fruttaluce. Tuvimos una baja en exportaciones por problemas con los barcos de Nápoles. Las retomamos en quince días. Su padre mencionó que usted supervisaría los nuevos permisos en aduana…
—Señores, ¿acaso han perdido la razón? Ni siquiera han tomado cinco minutos de su tan valioso tiempo para calcular las pérdidas que tendríamos si esperamos quince días. Usen el cerebro, para eso se les paga.
El hombre, con la voz temblorosa, respondió: —Pero, signorina, no se imagina cómo e