Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Nick estaba en su apartamento, sentado en la penumbra con una copa de whisky en mano. La imagen de Isabella alejándose, herida por su rechazo, las palabras “Vístete, Isabella” lo atormentaban como un fantasma; el mensaje sin respuesta, las llamadas a su casa. La pantalla del celular se encendió: Carter. Pulsó el altavoz con dedos que pesaban toneladas.
—Derek está en la ciudad. El Pentágono le soltó la cadena. ¿Tu apartamento o salimos a beber algo?
Nick hundió el rostro en un cojín de lino que aún guardaba el aroma a jazmín de ella.
—Paso… No me siento muy bien.
La voz de Derek estalló como un disparo a través del altavoz:
— ¿Qué le pasa al bebé? ¿Su papi Scott lo castigó y no le permite usar su juego de video? ¿O Darius no le dio su estrellita dorada? Juro que si no mueves ese culo pálido en 30 minutos, iré yo mismo a sacarte de tu jodida burbuja de diseñador. Reserva en un lugar decente… ¡Ya no confío en estos idiotas! La última vez termin