Capitulo 57 Tumba Mental

El reloj marcaba las cinco de la madrugada y Leonard no había pegado los ojos. Caminaba de un lado a otro en su despacho, descalzo, con el cabello revuelto y la camisa empapada en sudor. Las persianas estaban cerradas, las lámparas apenas daban luz, y aún así él sentía que miles de ojos lo observaban desde la oscuridad.

—No estás aquí… no puedes estar aquí —murmuraba, acariciando la culata de la pistola que no soltaba ni un segundo.

La voz de Aelin se coló en su oído como un susurro helado:

—Siempre estuve aquí, Leonard… nunca te fuiste de mí.

Él se giró de golpe, apuntando hacia la pared, apretando el gatillo. El disparo retumbó en la mansión, despertando a los guardias. Cuando irrumpieron, lo encontraron jadeando, apuntando a la nada.

—¡Fuera! —rugió, con los ojos desorbitados—. ¡Fuera todos!

Los hombres se retiraron en silencio, convencidos de que su jefe había cruzado la línea de la cordura.

Una bandeja de plata descansaba sobre la mesa del comedor: huevos fríos, pan duro
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