La lluvia acariciaba los ventanales de la residencia Vólkov con una cadencia suave, casi hipnótica. Era una noche que, para cualquier otra persona, pasaría desapercibida: una noche de té caliente, música tenue, y la ciudad envuelta en sombras.
Pero para Aelin… era un lujo, era como Una tregua. Un respiro entre balas.
Estaba sentada en el sofá del salón principal, con los pies descalzos sobre una manta de lino crudo y el cabello suelto. A su lado, Darian leía en voz baja un informe que había insistido en posponer… solo para estar con ella.
No hablaban. No hacía falta.solo se sentada a su lado, para poder sentir su calor, era algo que lo atraía.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él de pronto, sin mirarla.
Aelin tardó en responder. Observaba las gotas en el cristal como si fueran mensajes cifrados. —Vacía… y llena al mismo tiempo —susurró.
—¿ y sin Remordimiento?— Dijo Darian.
—No —dijo sin dudar—. Las memoria, los recuerdo cada rostro. Cada palabra que me me dijeron, cada vez