La luz de la tarde se filtraba a través de los ventanales altos del Museo Elíseo, donde se celebraba una gala privada en honor a las donaciones realizadas por la Fundación Vólkova. Era un evento discreto, solo para figuras influyentes y con acceso por invitación personalizada.
Aelin no tenía intención de hacer más apariciones públicas esa semana, pero el anfitrión —un viejo amigo de Darian y aliado de la familia Vólkov— le pidió que asistiera, aunque fuera por una hora.
—Solo quiero que te muestres. No habrá ningún discurso —le dijo Darian con tono suave mientras ella se ajustaba los guantes de encaje—. Yo lo sé, pero hay algo que no se siente bien. Nos vamos.
—Ya no hay marcha atrás —murmuró ella—. Si me escondo ahora, pierdo más reputación… pierdo más terreno.
Y salieron de la mansión.
Sasha iba detrás de ellos, monitoreando las cámaras del lugar desde una tableta. Y tres miembros del equipo Vólkov estaban encubiertos entre los invitados. Todo parecía bajo control.
Hasta que n