Otro golpe de la realidad.
Observo a René alejarse junto a Yajaira y mi madrastra.
El viento mueve las flores del cementerio y me golpea el rostro con un frío que se siente hasta en los huesos. El cielo parece llorar conmigo, las nubes grises se estiran sobre las lápidas y una llovizna empieza a caer, lenta, constante, como si el mundo también se despidiera de mi padre.
Sonrío con amargura al notar mi vestido. Hace apenas unas horas era blanco, símbolo de alegria y amor. Ahora, el lodo lo ha vuelto negro y pesado. Cada paso que doy dejo una marca sucia en el camino, como si la tierra misma se negara a cargar con todo esto.
Cuando quedo sola, el silencio del cementerio se vuelve abrumador. Solo se escucha el golpeteo de la lluvia sobre las lápidas y el suspiro del viento entre los árboles. Las flores sobre la tumba de mi padre comienzan a marchitarse más rápido de lo que imaginé. Me arrodillo frente a la lápida y toco su nombre grabado.
—Te prometo que no me voy a rendir, aunque ya no tenga fuerzas.
Siento enton