Capítulo 42: Obligaciones

Max

No podía mentirme: no quería alejarme de ella.

Así que moví todo.

Había trasladado toda la empresa a esta casa apenas un día después de rescatarla.

No fue una decisión fría. No fue un movimiento estratégico.

Fue necesidad.

Necesitaba estar cerca de Paulina.

Saber que estaba a unos metros de mí, poder intervenir si alguien intentaba tocarla.

No iba a correr riesgos.

Así que había acondicionado la vieja ala norte de la mansión, la que daba hacia el frente de la propiedad, para instalar allí mi oficina.

Espacios amplios, techos altos y mucha... mucha seguridad.

Y, aunque estaba lejos de su habitación, la sentía cerca.

Era suficiente para trabajar sin invadirla, sin asfixiarla… pero jamás soltar el hilo que me ataba a ella... a su paz.

Caminaba por el corredor acompañado de Lucas, que revisaba algunos mensajes en su tablet.

—¿Quién demonios pide una reunión urgente sin identificarse del todo? —gruñí.

Lucas soltó una risa leve.

—Alguien muy poderoso, jefe —dijo—. No cualquiera hace te
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