Luciano
El sonido del reloj marcaba el paso lento del tiempo, pero mi cabeza estaba en otro lugar.
Frente a mí, Roger seguía hablando, con esa arrogancia típica de los empresarios americanos que creen que pueden comprarlo todo.
Me hablaba de rutas, de beneficios, de porcentajes y convenios. Yo asentía por educación, pero no escuchaba una sola palabra.
Porque ella no salía de mi mente.
Magdalena Salvatore.
La mujer que me había salvado la vida.
La única que me hizo olvidar que estaba sangrando en un callejón, con medio cuerpo entumecido, mientras el mundo se desmoronaba a mi alrededor.
Esa principessa de mirada fuerte y manos cálidas que no dudó un segundo en protegerme… y que ahora me ignoraba.
La tenía grabada en cada parte de mi cuerpo… e invadiendo mi mente.
Con el recuerdo de su voz, el aroma de su piel, la forma en que se desmayó entre mis brazos… después de disparar, con una precisión que me sorprendió, a los idiotas de Espósito.
Y yo no estaba dispuesto a dejarla ir.
Tomé e